Arequipa guarda muchas cosas buenas y malas a la vez. Un poco de
arrogancia y belleza escénica matizan la ciudad y las persona.
El primer contacto con el ser arequipeño lo tuve en la gran plaza sin
armas, tres muchachos, me confunden por turista chileno y me invitan a tomar
pisco observando el recorrer de las horas. Las conversaciones giran entre el
significado de ciudad, las bondades de la comida lugareña y las obras
monumentales que dejaron los “conquistadores”. Sin menguar las horas, somos
conquistados por el pisco y su encanto grandilocuente, minutos más, minutos
menos, una patrulla nos impone el Manual de Carreño, con su urbanidad y buenas
costumbres… invitándonos a desalojar nuestra conquista y su encanto.
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Los Apus que protegen a la ciudad son un cono de volcanes matizados como
nevados, entre ellos resaltan el poderío del Misti, la sombría apariencia del Chachani,
y el resguardado Pichu Pichu.
Lo malo de los viajes cortos es que uno está supeditado a unos cuantos
malditos días, pero bueno, todo viajero de mochila “holgada” sabrá sacarle
partida a lo que tiene. Un día en la ciudad y otros dos camino al Valle del
Colca me hace comprender que la "blanca ciudad" al igual que otras grandes ciudades del
Perú, dinamita la pobreza con grandilocuentes discursos de grandeza, o pomposas
construcciones…
Víctor Hugo es guía hace 6 años, tiene una hija con la que sueña
estudiara en Argentina, donde vive su madre hace ya unos cuantos años. Después
de de tomar unas cervezas y barnizar la conversa con el caso del joven perdido
hace más de 200 días, alguien perturba el coloquio para decir, -¡Hoy se casa
el Juancito!, ¿vamos? -Ellos me miran y yo también… […] me cuentan que las
celebraciones de los matrimonios en Cachora son de 4 días, pues yo aprovecharé
el primer día les digo sonriente.
La salida para el Cañón del Colca es de madrugada, 7:30am, discúlpenme
estimados lectores pero a esa hora, después del bacanal matrimonio de horas
atrás, cualquier hora que no sobrepase las cuatro de la tarde es un sacrificio
sobrehumano; pero, (porque siempre hay un “pero” en esta vida…) nuestra mochila
alberga las ansias por conocer nuevos lugares, así que esta vez ratifico
aquella frase “que la mente puede más que el cuerpo”… y la resaca.
El Valle está ubicado en la provincia de Caylloma. Colca, proviene de
las palabras Collaguas y Cabanas, dos etnias que habitan a lo largo del río Colca -orgulloso Víctor Hugo, infla el pecho diciendo que desciende de los
Collaguas, y que cualquier turista estaría orgullosa de llevarse un peruano de
pura cepa, mirando con cierta lascivia a la morena de cabello castaño que atina a sonreír.
El atractivo del Valle, es el Cañón del Colca, y de este, el
imperial cóndor que despliega con cierta parsimonia y elegancia sus alas, al
rondar por decenas de cabezas de seres provistos de cámaras y filmadoras. El kuntur
(palabra quechua para denominar a ingente ave) puede medir hasta 1.40m de
altura y de 2 a 3.5m. la envergadura alar (distancia entre las puntas de las
alas, cuando están extendidas). Existen otros atractivos que visitar en el
recorrido, pequeñas ruinas rocosas, aguas termales que brotan del subsuelo, geisers, una vista sorprendente y una tranquilidad que hace pensar en la vida misma.
Nuevamente en la ciudad; aquella amotinada de trafico, vendedores, policías con silbatos y sombreros, pantagrueles iglesias,
monasterios, catedrales y conventos... sería un grave error no darse una vuelta aunque sea por uno de aquellos... El Monasterio de Santa Catalina de Siena (1579),
alberga no solo vestigios de una época sumamente religiosa y católica, sino la
misma discriminación, la influencia de poderes y el sacrificio por alcanzar el
“perdón y la salvación”. La señorita que nos guía por aquella ciudadela
construida de sillar (piedra porosa de lava volcánica) y revestida de un color
rojizo, indica que las novicias ingresaban de muy corta edad y que las
primogénitas eran las que tenían aquel privilegio, -claro luego de pagar algunos cientos de monedas de oro por su ingreso-
Mi última tarde fue funesta al querer ubicar aquella casa que albergo la
infancia del célebre Jorge Mario Pedro, popularmente conocido como “Varguitas”,
así como también la casa del legendario poeta y revolucionario Melgar... ahora mientras
alisto la mochila, rumeo un próximo regreso y suena en mi mente aquel poema del
maestro Mariano… “Oda a la libertad”
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tienes mundo eh!
ResponderEliminarjajaja gracias compar@ pero solo es la magia de viajar...
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