miércoles, 21 de marzo de 2012

Tren al sur


La Paz... es tan rara. A veces pienso que es como un trago fuerte de pisco o aguardiente. El primero te entra en reversa, ya después te acostumbras de a poco. Así es La Paz, al principio la quería evitar, porque no me hablaron muy bien de ella. Y es verdad lo que se dice. Pero hay que estar aca dentro para vivirla, sentirla y gozarla. Es domingo y me decidí a llamar a Tamara, la chica boliviana que conocí en Copacabana. Me ha dicho que pase a su casa a eso de las 12. Son las 10 am. Voy al terminal de buses para averiguar por un boleto para Uyuni, pero antes, una parada técnica para desayunar. Existe un mercado como de cuatro niveles donde se vende de todo; mercancías hasta comida. En uno de esos kioskitos me meto para merendar un café con sándwich de palta: tiene pan, palta, tomate y cebolla tajada. Un huevo frito también lo puede acompañar, pero prescindo de él, ya es demasiado. Esto sale 7 bolivianos; cómo me alcanza el dinero acá!!, estoy encantado. En el terminal me dicen que sólo hay buses para Uyuni la mañana siguiente, pero unos chicos que venían de allí me indican que es mejor tomar bus para Oruro y luego un tren hacia Uyuni, porque no hay carretera pavimentada y se traga mucho polvo. Un tren al sur, y en mi cabeza suena una canción vieja de Los Prisioneros.



Ya van a ser las doce, y me voy caminando hacia la casa de Tamara, con unas empanadas de queso que compré para llevar. Su casa en realidad es la de su vieja, doña Juanita, viuda, madre de tres hijas y abuela de seis nietas. Pobre Curt, es todo un matriarcado. La vista es fenomenal, tengo otra imagen de la paz, y de fondo, el imponente cerro nevado Illimani. Tamara me pregunta que haré en el día. No tengo planes. Entonces me invita a pasar la tarde con ellos. El plan es ir a lo de la hermana, recoger el auto y salir de la ciudad. Esta parte es más amable, más limpia, más organizada, hemos subido un grado en la escala social. En el camino a las afueras hay quintas grandes que contrastan con los cerros desérticos. Más allá, está el Valle de la Luna (parece que en Bolivia hay muchos valles dedicados a la quillamama) y más allá el parque Mallasa, enorme campo dedicado a la distención de las familias bolivianas: hay caballos, algunos juegos y una gran rueda que desafía a la gravedad. Queda cerca también el parque zoológico, pero no quiero entrar. Ya nos tenemos que regresar, los acompaño a casa, agradeciéndoles un montón por lo lindos que se portaron conmigo.



Camino a mi hostel está la iglesia de San Francisco. Algo me dice que debo entrar. Oh! sorpresa, a lo lejos veo un tipo que parece un papá noel super hippie: pelo y barbas blancas y largas, con una cinta en la cabeza, una bata larga que deja ver sus pies en sandalias y una prominente panza me indican que es el patriarca de esta comunidad. No lo puedo creer, por lo que me acerco más, pero un guardia de seguridad me impide tomar una buena foto (la tome igual). Su voz era tan gruesa como serena, la verdad un buen orador. Casi le creo.



En la habitación ya no está el francés, pero queda su recuerdo. Prendo un palito santo, mientras abro mi bolsita para dormir. A la mañana siguiente me preparo para ir a Tiahuanaco, pero al llegar al cementerio de donde salen los colectivos, es tan mala mi suerte que soy el único que quiere ir. Al parecer, ayer fue el día más visitado. Espero media hora haber si llegan mas turistas; son las 11, tenemos dos horas de viaje y el parque se cierra a las cuatro. Mis ilusiones se dispersan como una nube. El colectivero me propone llevarme a mi solo, el viaje saldría unos 120 bolivianos. Aca el extranjero es sinónimo de millonario.

A cambio, me he comprado un boleto para Oruro, que sale a las 12:30. Menos mal que anoche dejé mis maletas listas. Ya soy un caminante más canchero. Junto a mi asiento hay un argentino que lleva 18 años viviendo en méxico. Es gracioso escucharlo, porque su acento es un licuado de texturas mexicanas y argentinas (algo asi debo sonar sho). Gracioso también porque su voz es como la de un señor padrino de la mafia ciciliana, con todo y panza. Me lleva apenas tres años, pero luce mayor, además porque a vecés me pide si le reviso los billetes, porque el no ve muy bien. En uno de sus viajes hacia aca, se sentó sobre sus lentes y ya le da pereza sacar un par nuevo, porque anda de vacaciones...Durante el viaje vemos Gladiador, pero la tv tiene una falla, así que es toda en blanco y negro.

Estamos en Oruro. No pasa nada en este pueblo, por lo menos para mi, que ya me corre ciudad por las venas (toda una working girl, diría Patty Difusa). Tras caminar un par de cuadras, encontramos una habitación 2 camas y tv a color con cable, 80 blvnos. El baño es compartido, espacioso, con vidé, todo en color rosa, hasta el papel higiénico. Es muy común en Bolivia el papel higiénico color pantera.

Ya no llegamos a comprar el tiquet de tren, pero confirmo que sale al día siguiente para Uyuni 3:30 de la tarde: tiene 15 cupos en clase común y 17 en clase ejecutiva. El próximo tren sale el jueves que viene. Hoy es lunes. Más vale levantarse un poco temprano para comprar. Una vuelta corta por el centro, para conocer y encontrar algo de comer, me abre más el apetito.

A las 7:30 am estamos de regreso a la estación de trenes. Delante tenemos 5 personas nada más. El viaje me sale 56 blvnos. Compro un par de frutas, pan y palta para el trayecto, llegaremos más o menos 10:30 pm. a Uyuni. Al salir de Uyuni, el paisaje es impresionante, en una parte la carrilera del tren divide en dos un lago, enmarcado de lado y lado con montañas al horizonte. El sol nos acompaña incandescente hasta el ocaso, haciendo el paisaje mas alucinante. Ya más noche, tipo 8:30 decido ir al vagon comedor, nunca había estado en uno antes, así que me consiento con un menu vegetariano: arroz, ensalada rusa, tajadas de plátano y omelet de verduras. Luego regreso a mi silla, a seguir viendo RANGO, que la están pasando. A 3650 mts de altura esta ubicado Uyuni, son las 10:40 de la noche y hace un viento helado. Una vez fuera de la estación, hay gente que te acosa ofreciéndote alojamiento o toures para el salar. Uno de ellos habla francamente, y me recomienda el hostel El Chavito, pegado de la estación y que cuesta sólo 20 bolivianos la noche. me toca sólo en mi habitación, que suerte, pero hace un frío la puta madre.



Nos reunimos luego con el chico del hostel y una pareja de italianos que también van para Uyuni. Y es que no hay otra razón más para venir hasta aca; Uyuni es un pueblo pequeño que mucha atractivo no ofrece, más bien si sus alrededores. La estufa de hierro calienta la salita, en donde nuestro anfitrión Nelson nos habla del salar y sus datos geográficos: 12 mil metros cuadrados, 35cm. de profundidad en su parte más panda y casi 300mts. en su parte más onda, posee metales como el litio, borax y otros elementos no muy abundantes en la naturaleza y que tiene puestos los ojos de más de una corporación encima dispuesta a extraerlos.También nos habla de la agencia que el mismo montó con un par de amigos y que ofrecen en realidad el precio más bajo de la zona: 600 blvnos, más las entradas a los parques, 180 blvnos, así que el total resulta ser unos 115 dolaretes: 3 días, dos noches con las tres comidas diarias y alojamiento. Compro; también los italianos. Y me voy a la cama pensando en cómo serán esos lugares que apenas conozco por fotografías, mientras cierro la cremallera de mi bolsa de dormir.




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Martín - Virgensanta Alaguna

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