miércoles, 29 de febrero de 2012

Crónica de Selva: Una semana en comunidades de Madre de Dios.

Día 1

El trayecto ha durado casi 16 horas, 12 por tierra y 4 por el río Alto Madre de Dios. Gregorio y su hijo Ageo son los encargados como buenos anfitriones, de llevarnos a su Comunidad. Shipetiari se ubica en el distrito del Manu, Provincia de Manu, departamento de Madre de Dios en Perú.

El río esta algo bajo en la desembocadura de Shipetiari, por lo que las paradas para empujar el “peque peque” (que es una especie de canoa motorizada que surca ruidosamente los ríos de la selva) son cada vez más frecuentes. 

Según cifras del censo de Centros Poblados de 1993 por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) Shipetiari tiene solo una persona con nivel de educación superior, las demás no han estudiado o se quedaron en primaria. 

Los techos de las casas son de dos aguas y de hojas de crisneja (palmera de la cual se aprovechan sus grandes hojas para tejer los techos), aunque la "modernidad" ya ha llegado a la comunidad, con la calamina para los techos, la televisión para el local comunal, una antena parabólica y una radio que retransmite señal en onda corta y con la cual se comunican con familiares y amigos, no ha dejado aún aquella costumbre (de los más mayores claro) de hacer los techos de sus casas. Hace un par de años una ONG trajo internet (que no funciona), el estado una antena parabólica para canales nacionales e internacionales (que tampoco funciona) y otra ONG unos paneles solares para alimentar las baterías de lo que supuestamente debería funcionar (la televisión).

Con algo de desconfianza un comunero pregunta en la reunión que tenemos con los dirigentes de la comunidad, si las capacitaciones que daremos serán por largo o corto tiempo, si las computadoras que traemos para las clases de computación e Internet funcionaran más de lo que ha funcionado su antena parabólica, por cuánto tiempo es nuestro proyecto. Los demás comuneros susurran en machiguenga (lengua nativa en Shipetiari y otras comunidades de la selva peruana. Se calcula que alrededor de 12000 personas hablan esta lengua y se concentran en la cuenca del río Urubamba y del Manu) y mueven la cabeza como dando fe del tenaz dardo lanzado por Wilmer. 

En el almuerzo comunal Mateo lee el acta de los acuerdo de la reunión, Gregorio nos mira atentamente, los niños comen haciendo bolitas con el arroz y las señoras que sirven se ríen cuando les pido un poco más de inguiri con gallina.




Día 2 

El cuarto se lleno de oscuridad dando paso a conversaciones nocturnas. Yo solo escucho, con cierta curiosidad de infante.


Alguien me dijo que en la selva no hay estrellas… ahora las veo, como si las pudiera tocar. Recuerdo a Ena ahora, y se me hace un pequeño nudo en la garganta. Doy un aliento de naufrago y camino en la oscuridad. Todo es húmedo y de rato en rato se ven lucecitas que cruzan levitando; las hojas se pronuncian con un ligero soplido y los grillos que amanecen se hacen escuchar. Regreso al cuarto de madera, Ricardo, ya en trance nocturno pronuncia su nombre y otras cosas propias de algún sueño casero, yo doy vueltas de letargo, mientras los zancudos dan vueltas de lucidez.

***

El pasto es de un verde intenso, las hojas secas aún tienen vida, expiran el rocío de esta mañana soleada. Camino descalzo sintiendo en cada paso la vida de un comunero. Gregorio ríe, yo también, - justo antes de resbalar-. Algunas caídas dejan más que huellas.

El desayuno son papayas que hemos recolectado de las plantas que están al costado del local comunal, las mismas que están al lado de la antena parabólica, que tiene por frutos “nada”.

Los comuneros tienen albergues que se construyeron hace 3 años con fondos americanos. Según el libro de visitas, el año pasado recibieron 27 turistas, ahora, ninguno. Los cinco albergues están cayéndose a pedazos porque la pona (tipo de madera cortada muy fina) no ha recibo mantenimiento desde hace buen tiempo. René, presidente del comité del albergue no dice nada… su silencio desaparece luego de decir con cierta sinceridad que han perdido un poco las ganas de trabajar (hacer el manteniendo) pues las veces que les decían que ingresarían turistas estos nunca llegaban.


René tiene 21 años y para hablar siempre se soba lentamente la barbilla, como ordenando las ideas antes de disparar aquellas cortas frases. El recorrido ha servido para cerrar acuerdos con la comitiva y comprometemos a traer para junio una pequeña delegación de técnicos que trabajaran con nosotros temas forestales.

Dentro de dos días tendrán que mitayar (manera tradicional de caza, donde convocan a otros miembros de la comunidad para una faena conjunta por varios días en el monte) pues se acerca el día de la madre. Nosotros mitayamos nuestra salida para la comunidad de Diamante, serán unas largas horas de viaje por río.



Día 3 

El día empezó más temprano de lo habitual; en la costa es raro, en la sierra también, pero en la selva es digno de contarlo y tomarse un tiempo para vivirlo. El sol alumbra por aquella corneja humedecida por la lluvia de la noche. Algunas aves ya se dejan escuchar a lo lejos. Salgo de aquella celda hermética que me consumió durante 5 horas de sueño entrecortado … y hago aquella acción que cobra sentido cuando estás lejos de la mierda …”respirar”.



El desayuno son papayas frescas nuevamente, luego hay una conversación rápida con Mateo para después alistar el bote que nos llevara a la Comunidad Nativa de Diamante.

Las coordinaciones se retrasaron y hemos salido algo tarde, por lo que cambiamos de parada; el descanso obligado es en la localidad de Boca Manu, paradero oficial para los turistas que quieren visitar la Reserva Nacional del Manu.

La tarde es cálida, como todas las tardes de selva. Unos niños juegan con un balón desinflado, pero se retiran cuando ven a una tira de galifardos invadir su espacio, conciliamos por el espacio invadido y nos aventuramos al juego. Julio tiene 11 años y siempre busca un pretexto para patear el balón hacia la puerta de aquella casa de en frente, dice que es la casa del profesor de su escuela, al parecer le tiene mucho cariño. Luego aparece Jhon, José y Matias, de 7, 9 y 10 años respectivamente, ya somos 8 locos que patean un balón desinflado de un lado para otro, riendo y gritando mucho.

Dicen algunos señores de la comunidad que pronto una empresa pondrá una antena para celular y otra para radio. Hace unos años la ONG para la que trabajo implemento un programa de capacitación con Internet, ahora no hay nada, las promesas pasan tan rápido como la tarde, ahora se oculta el sol dejando un suave destello de matizados naranjas y azules, que reflejan en el agua la silueta de un mañana incierto.


Día 4 

El guacamayo que juega en el árbol ha dado su primer chillido. Son las 5 de la mañana y toda la gente ha salido de sus habitaciones como si le faltaran 5 minutos para llegar al trabajo. Algunos hablan sobre la salida en el peque peque, otros sobre el motor que se ha hundido y otros repasan en voz alta la agenda del día.


Hoy salimos a la comunidad de Diamante, ayer no pudimos llegar, por lo que nos hemos quedado en Boca Manu. De regreso al peque peque, nos saludan unos turistas. Unos niños desnudos juegan en rio y los gringos que nos saludan, empuñan sus cámaras para fotografiarlos, al igual que yo. Los animales electrónicos con los que perennizamos la escena de los niños interrumpen su diversión, y los niños en vez de disfrutar de las bondades de la naturaleza y la distracción, miran atónitos a los intrusos. Me pregunto si estar desnudo se convierte en una atracción para cualquiera o es que hemos llegado al punto de que el consumismo occidental y la “moda”, ha marcado una tendencia fulminante de taparnos y cubrirnos no solo la piel, sino también nuestros pecados y libertad, ¿No es acaso un acto de liberación el descubrirnos cómo somos?, desnudar no solo nuestro cuerpo, sino también nuestra forma de ser y ver el mundo. Estas acciones de taparnos muchas veces solapadas con el pudor, nos envuelven en algo exótico al momento de liberarnos y desenmascarar como somos. Un ejemplo claro es Eva y Adán, desnudos por el bosque, viviendo sin tabús o reparo alguno, despertaron de un momento al otro en un mundo en que mostrarse tal como uno es, con defectos o virtudes está sentenciado por los demás. 

Salimos y llegamos a la comunidad de Diamante, donde el efecto de cubrirse hace muestra vida llena de mentiras, la reunión que tenemos con la directiva y la comunidad nos hace ver que han dado un paso a la era del mercantilismo, pues la comunidad posee un aeropuerto administrado por terceros, los cuales mensualmente le otorgan unos cientos de dólares para beneplácito. Estos a su vez nos preguntan ¿cuánto será la suma que generara nuestra  intervención?, ¿cuáles son los beneficios directos de nuestra intervención?, ¿por cuánto esta valorizado el proyecto?



Ya en el bote que nos lleva de regreso a la comunidad de Shipetiari, rumeo algunos preguntas existenciales, mientras por efecto del calor o de descubrir mis pecados me saco la camiseta en símbolo de libertad y rebeldía.

 


Día 5

El desayuno en la casa de Gregorio ha sido sopa con mono y chapo. El mono ha estado algo salado pues al igual que el charqui en la sierra, aquí la carne se conserva, con la sal. La carne es parecida al cerdo, en el color; y en sabor, a la res. La sopa tiene sachapapa (raíz parecida a la yuca pero en versión papa) y algunas hierbas como el sachaculandro. Esta vez no brindamos con masato, sino con chapo, que es un jugo fresco de plátano maduro.


Por la noche las estrellas se pueden tocar y la luna guarda su distancia que engalana el pasar de las horas. Algunos animales se despiden y otros saludan su amanecer, el ambiente se cubre por momentos de pequeñas luces que juegan de un lado para otro.

Mañana toca regresar a la ciudad, y perder todo aquello que significa realmente vivir.


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Comunidad Nativa Shipetiari

Madre de Dios - 2010

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martes, 7 de febrero de 2012

Tambo de Mora


El terremoto no ha cambiado nada en este lugar. El taxista me deja en la calle principal; a la izquierda el muelle, a la derecha la plaza. En Tambo de Mora, pequeño pueblito de pescadores chinchanos la vida trascurre lentamente, con esa resignación, a veces asociada a la sabiduría, otras, al conformismo. Aun las calles estan llenas de carpas, a manera de extensiones de las casas de adobe ahora inhabitables. Para caminar hay que atravesar parte de la intimidad de estas familias que siguen viviendo bajo el techo de lona con el logo de la comunidad europea o la cruz roja internacional.

Ya pasó de moda, me dice un amigo fotógrafo que se enorgullece de haber estado aquí la noche misma de la tragedia,  con los presos sueltos del penal deambulando por la zona. Ya no es noticia.

Me dirijo hacia la izquierda, el muelle de Cruz Verde se extiende junto a las destartaladas fábricas de harina de pescado. Varios pescadores lanzan su atarrrayas una y otra vez a la captura de la lisa. Me llama más la atención un anciano tuerto que pesca con un sedal ligero y un plomo pequeño. Sólo saca mojarrillas y pejerreyes. Son para mi hija - me dice, a ella le gustan comerlos fritos con pan.Le acompaño en silencio mientras saco algunas fotografías. El mar y su inmensidad me abruma de tal manera que me siento especialmente en paz, relajado, sin ganas de hablar mucho. De vez en cuando  alguna familia llega en su paseo dominical. Una niña mira a los peces agonizantes en el piso con pena, casi llanto, casi disfuerzo. Otro más allá con curiosidad, hincándole la panza para que se mueva más. Para  los pescadores estas sutilezas no llegan si quiera a la anécdota, la pesca artesanal es una actividad económica que vende poco, que origina disputas, que pone de mal humor.

El anciano se llama Pedro Almeyda, es vendedor ambulante en la plaza de armas de Chincha de lunes a sábado, me invita un cigarrillo que compartimos sin hablar mucho. Cuando le tomo fotos me pregunto si me pedirá dinero como los campesinos  cusqueños..  sonríe y me dice que cuando las revele, a ver si le muestro como sale, porque todavía puede ver a pesar de contar con un solo ojo. Dentro de un rato llega a la docena, empaca sus cosas y se marcha con su paso cansino, en medio de los otros pescadores que discuten sobre la repartición de los poco que han capturado toda la tarde.

El sol está cayendo y tomo las últimas fotos que necesito, y este muelle de mi infancia sigue dándome esperanza y paz, seguramente el mundo sigue girando descontroladamente, pero por una tarde el mar y yo somos como ese verso de Martín Adán: Un alma que tuvimos.  


Chincha, 2009



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Franco Salcedo del Río
Extractos un verano en Chincha