jueves, 17 de noviembre de 2011

Caminos

“Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar”

… así empieza el verso del maestro Machado, su obra perenniza los caminos de cualquier viajero. Yo solo leo una y otra vez aquel inicio, tomando pequeños segundos para meditar y dar un fuerte respiro que viene acompañado con empuñar mi maltrecha mochila y llevar a la vida aquellas letras no muertas.

Es julio, el octavo día del mes. Lucho y Alex regresan de hacer su propio paso por los caminos olvidados del Apu Ausangate, llegando a una altura máxima de 5200msnm, en el paso Palomani. Una conversación y unas cervezas hacen nacer la idea del Nevado de Salcantay, pasar del nevado a la selva y de ahí coronar el viaje con la montaña Machupicchu.

Hemos salido hoy, y nuestro andar nos ha llevado a Mollepata (ruta particionada del afamado Camino Inca). El cansancio y la fría noche nos lleva a preguntar frenéticamente por alojamiento u hospedaje barato, dicen que una cosa siempre lleva a otra y el cansancio nos lleva a tener argumentos insanos de comida caliente y mate de coca.
Un señor pintando una bodega, preguntas, saludos y bendiciones de la ruta son todo lo que esta noche nos ha concedido.

Julio, Cusqueño de 28 años, con tres hijas, y una señora que se encargará en unas semanas del negocio que le ha llevado un par de meses sacar adelante con algunos ahorros. Julio nos llama “papa” y nos invita a pasar a su “bodega-restaurante y casa”. En las mesas que adornan la bodega-restaurante hay dibujos a lápiz de incas y un mapa que indica la ruta a seguir para bordear el Apu (la denominación “Apu” significa deidad. Nuestros antepasados Incaicos y actuales hermanos de cierra siguen considerando a las montañas deidades que proporcionan seguridad, grandeza, recursos y hasta fertilidad). Julio nos ofrece piso para tender las bolsas de dormir y descansar esta noche y café caliente para aclarar las penas del alma y el cansancio. Sus niñas descansan en un mueble algo pequeño para su tamaño, él besa sus frentes y acaricia sus cabellos, para luego hacer un sitio donde sentarnos, prende el televisor y sintoniza el futbol (Perú vs. México). Su cordialidad no tiene fronteras, el nos pregunta si somos de Brasil o del vecino país cafetero, no sé porque lo pregunta pero solo atinamos a contestar con una negativa, yo rio en un silencio confuso… (pues esta no es la primera vez que hermanos peruanos confunden mi proceder)
[…] - Un limeño y un Chinchano repite Julio, moviendo la cabeza, luego de algunos minutos de conversa.


Hasta hace unos meses Julio dejo su trabajo de guía turístico para dedicarse a implementar su bodega. –Empecé como guía desde que tenía 13 años, es bacán conocer a gente de otros países, lo dice algo emocionado, como si recordara sus inicios en el tiempo-
Luego de conversar con café en mano, nos despedimos con un fuerte abrazo y un apretón de manos. Sus últimas palabras fueron: “Vuelvan cuando quieran, esta es su casa” (la mañana siguiente saldríamos muy temprano y no lo veríamos, él tuvo la gentileza de conversar con un vecino que nos llevaría en su camión de leña para acortarnos la ruta de caminata al Apu)

...Dicen que el camino siempre está señalado para cualquier ser humano, el nuestro estaba marcado de hermanos que a pesar de no unirnos la cercanía, nos une aquella sangre Peruana que corre por nuestras venas y alimenta nuestro accionar...



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“Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar”

Erasmo Huaman, natural de Quillabamba, 48 años, casado, con dos hijos de 7 y 9 años, los dos han dejado la escuela y viven de campo, la cría de animales y aquella tienda al paso es todo lo que tienen, a parte de aquella cordialidad humana que pacas veces se ve. Tomamos una cerveza con Erasmo, conversamos del futbol de ayer, de política, de esto, solo atina a decir que Alan García está gordo y que para él todo sigue igual. Para nosotros que nuevamente nos confundieron de nacionalidad, esta vez de argentinos, nos causa risa y algo dentro que te hace pensar las cosas dos veces…
Erasmo nos cobra por la cerveza 12 soles, dice que la próxima vez que queramos comprar algo, digamos primero que somos "peruanos"…



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“Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

Caminante no hay camino
sino estelas en la mar...”

Juana Basilia Álvarez (50), vive sola, su casa también es una bodega, algunos guías y turistas pasan por ahí para comprar algo, especialidad de su granja las granadillas. En la habitación aledaña a la tienda algunos cuyes y gallinas que cría se asoman curiosos. Susy, negro y colita la acompañan ladrando y moviendo la cola como pidiendo su atención, que para esta ocasión, se la da a dos desconocidos caminantes. Juana comenta que ha ido a Machupicchu una vez, pero que le parece algo bonito pero “extraño”.
Hace 20 años murió su papá. Ella tiene seis hijos, con su suave voz dice que cada dos semanas vienen a visitarla por unas horas. El mote y el café que nos ofrece han reanimado nuestros ánimos, nos da unas granadillas para el camino y nos despedimos con un fuerte abrazo y unas bendiciones que dice rápidamente.  



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Hace algún tiempo en ese lugar
donde hoy los bosques se visten de espinos
se oyó la voz de un poeta gritar
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."

Golpe a golpe, verso a verso...

El camino se torno selva, atrás quedo el frio nevado, dando paso a revivir el ánimo por el camino y la incertidumbre de la nada.  Así conocimos a Juan, agricultor de café, de unos 58años aproximadamente, fue nuestro tercer miembro de caminata. Nos enseño algo de quechua para no quedar mal con nuestros origen milenario, ahora recuerdo las palabras de Miguel, un joven ayudante de cocina que conocimos en el camino, al igual que nuestros demás compatriotas de ruta, él pensaba que éramos un par de foráneos españoles (confundidos desde un inicio por brasileños, colombianos y argentinos, ahora nos toca argumentar aquella descendencia europea). Sorpresa fue suya cuando le dijimos que somos más peruanos que el ceviche o el pisco, me hablo en quechua y al no encontrar respuesta alguna, parafraseo tenazmente: - “Peruano que no sabe quechua, no es peruano”.



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Murió el poeta lejos del hogar.
Le cubre el polvo de un país vecino.
Al alejarse le vieron llorar.
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."

Golpe a golpe, verso a verso...

Cuando el jilguero no puede cantar.
Cuando el poeta es un peregrino,
cuando de nada nos sirve rezar.
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."

Golpe a golpe, verso a verso…
¿Por qué?
¿Por qué?


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Cuzco 2011
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